miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hasta donde contar.


La semana pasada fue una semana de controles, algo que por muy espaciado que sea es algo a lo que no me acostumbro.

Pero Diego ya empieza a ser mayor y me planteo varias dudas, ¿tendrá edad para entender ciertas cosas?, ¿le puedo decir ya lo que va a pasar o no?, ¿permanezco inmóvil y relativamente ausente mientras él llora?.
Al plantearme estas preguntas y seguramente mil más, todos me dijeron que no le hablara aún de lo que iba a suceder.
Y yo, le vi sentado tan valiente frente a la sala de extracciones, imagino que pensando que el doctor o doctora le iba a escuchar el corazón y poco más, que me invadió la pena, un sentimiento de traición y culpa... yo sabía que le pincharían, que él lloraría, que me buscaría con la mirada pensando por qué permito que le hagan daño... y no pude más, decidí contarle lo que iba a pasar.

Uff, todavía me entra algo en el cuerpo si lo pienso...

Como era esperable comenzó a llorar diciendo que no quería que le pincharan, yo trataba de explicarle que era necesario, que iba a ser un momentito, que no iba a doler tanto como pensaba, y nada sirvió. Lo irónico es que entró muy valiente y sin lágrimas, pero en el momento del pinchazo lloró como era lógico que hiciera.

Después todo fue de mal en peor. Ya no quería que le hicieran fotos a sus huesitos, no le divirtió en absoluto que a mamá le pusieran un delantal super chulo que pesaba muchísimo, y por supuesto mamá volvió a hacer el papel de bruja malvada porque tuvo que sujetarle los brazos y demás...
Para colmo nos dijeron que ya nos podíamos ir, y claro, más felices que unas perdices nos fuimos en metro, pasamos por una librería a comprar un cuento y unas chuches por haber sido un campeón (algún día revisaré este término porque me da que tanta lágrima y forcejeo no entra dentro de lo que uno diría que es un campeón, pero vamos, que tiene tres años) y ahí recibo la llamada del hospital diciendo que nos hemos ido sin hacer la ecografía.

Y haber como le cuentas tú al niño que debemos volver.

Pues volvemos, y volvemos al mismo sitio donde le han hecho fotos a sus huesitos, así que el niño que retener, ya retiene me dice que no le van a volver a sacar fotos, así que de nuevo trato de explicarle que esta vez vamos a ver su tripita en una televisión (que para qué quiere el niño tanta información), ya desde ese momento se negó en rotundo.
Y al momento de entrar ya preguntó si le iban a pinchar, le decimos que no y ya nos amenazó con no querer tumbarse en la camilla, y como mamá es mucho más cabezota que tú y la enfermera no tiene ni tiempo ni ganas de aguantar niños, le subimos a la camilla y por supuesto la enfermera que imaginamos es su papel o es que después de Diego puede irse a tomar un café, con toda la amabilidad que la caracteriza sujeta al niño las piernas con toda su mala leche y algún kilito extra... amenaza al niño, y yo ya empiezo a ver que esto no va a funcionar...

Trato de usar la táctica mamá te quiere más que nadie que desde luego no funciona, uso el fantástico chantaje yo diría emocional, porque si te portas bien luego compramos, o vamos, o hacemos... que desde luego tampoco funciona, el niño ya no llora sino que grita que le dejen en paz, basta ya, ya no más... y a mí se parte el alma, y noto que lo hace a trocitos y me miro a través de sus ojos y se rompe aún más... tú, quien me quieres más que nadie, sujetas mis brazos y me pides que esté quieto a cambio de chupachups, ahí estás diciendo que me adoras y consientes en que esta gente extraña me haga daño con esta máquina (que a ver, madres del mundo, es un ecógrafo, y sí, es incómodo y el gel está frío, pero daño, lo que se dice daño, no hace) pero él tiene tres años y lo que quiere es que todo termine, irse a casa y jugar... Pero tú sigues allí, mintiéndole y mirándole además a los ojos, a esos ojos que no entienden porque cada tres meses ha de ser igual o parecido, y tú, que crees que ya es mayor para saber, le explicas lo que pasará porque no quieres mentirle, porque no quieres sentirte culpable...

Hay varios tipos de crueldad y esta enfermedad es una de esas formas... porque no distingue entre niños y adultos, porque te obliga a hacer cosas que aún sabiendo que son necesarias son dolorosas o incomprensibles para personitas que debían estar en el cole jugando con sus compañeros a pillar o peleándose con Izan para variar... y no frente a una aguja y a una señora que si alguna vez tuvo sensibilidad la perdió en el autobús...

Para colmo el día de los resultados, cuando al pobre niño le juro y le perjuro que esta vez no le van a pinchar, solo a mirar, nos dicen que los análisis de la enolasa no están porque la sangre se coaguló y que... (una pausa para dar emoción....) sí!! hay que volver a pinchar!!.

Y como si llevara a mi pobre niño al matadero, nos vamos caminando hasta la sala de extracciones, nos sentamos en el banquito y él me dice: Mamá, aquí me pincharon la otra vez!.
Sí, mi amor... (¿y ahora qué?, ¿le digo que otra vez le pincharán?, ¿me hago la loca y que salga el sol por donde quiera?)... y tú le  habías prometido, que esta vez no le pincharían...

lunes, 3 de diciembre de 2012

Culpable por no mirarla



El viernes fue un día raro, difícil, para olvidar, pudo pasarme de todo y de hecho me pasó. Todo empezó llegando raspados al colegio porue desde que mi señor marido no está en casa todo se complica un poco más.

No recuerdo como poco a poco el día fue complicándose, pero llegó un momento en que pensé qué más puede salir mal??... y no has terminado de decirla, de pensarla... y te das cuenta de que puede pasarte más, mucho más.

Fui a buscar a los niños con bastante bajón anímico, si hasta por ser mala leche el día, a mi señor marido le da por decirme que no quiero buscar un tiempo al día para hablar con él tranquilamente, como si a mí se me hubiera ocurrido la brillante idea de viajar a Chile por más de mes.... y así, con la mala sensación en el cuerpo, el cansancio acumulado y ese abotargamiendo de cabeza típico de una jaqueca que acaba de pasar, fui al colegio.
La andereño de Diego quería hablar conmigo un poquito, así que dejé que todos los papás recogieran a sus niños y cuando quedó por completo desocupada me acerqué a ella, en ese momento Sofía me dijo que quería beber agua, así que yo le dije que cuando terminara de hablar con andereño iríamos a la fuente a beber agua.

Lo que hablé con la profesora de Diego fue muy breve, coordinar una cita para hablar de la adaptación del niño y comunicarme que estaba en la lista para que la logopeda del colegio le viera... eso fue todo... y al darme la vuelta, Sofía no estaba.
Tomé de la mano a Diego y nos encaminamos a la fuente, allí no estaba.
Pregunté a una amiguita que estaba jugando allí si la había visto, me dijo que sí y que se había ido corriendo en dirección a la gela (aula) de Diego, allí nos fuimos nuevamente, y no, no estaba allí. Avisé a la profesora de Diego que no la veía, y ella se quedó con el niño mientras yo me daba otra vuelta por el patio lleno de niños y sobre todo niñas con uniforme azul, lazos azules, chaquetas azules, de repente el patio del colegio me pareció la aldea de los Pitufos o uno de los libros en los que tienes que encontrar a Wally...

No fue mucho tiempo, pero me encontré dando una vuelta sobre mi misma y darme cuenta que no encontraba a mi hija, el pánico se empezó a apoderar de mí, me sentí la peor madre de este mundo, me costaba respirar y no podía pensar en nada. De repente noté un toque en la espalda, al girarme allí estaba el conserje del colegio con una niñita de la mano... Empecé a llorar como una niña pequeña, sin consuelo y sin poder articular palabra, sólo agarré a Sofía de la mano, y traté de dar las gracias a Santi, esta maravilla de hombre que siempre está atento a todo lo que ocurre en el colegio...

En cuanto a Sofía, ni la achuché ni la sermoneé, me miró y me dijo, mamá, yo también estaba llorando... Me imagino, cariño... mamá tenía mucha pena porque no conseguía verte... fue ella la que se abrazó y yo no podía dejar de llorar pensando en qué hubiera sido de no volver a verla, de que mi día había sido malo, pero nunca ni la cuarta parte de terrible si no hubiera encontrado a la niña...

Todavía no se me pasa el susto, no hago más que darle vueltas al asunto, ¿cómo pude perderla de vista?
No dejo de culparme y pensar que quedó en un susto, pero pudo haber sido el peor error que haya cometido en mi vida, dejar de mirarla un par de segundo...

Afortunadamente está en casa y todavía me dice que no se va a separar de mí, ojalá el susto nos haya servido a las dos!.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Lloro, lloras, lloramos...


Èl es el príncipe de mi casa, el que me conquista, el que quiere llevar las bolsas de la compra porque es un chico "ande", el que me guiña un ojo cuando sabe que va a hacer algo que no está bien, el que es capaz de estar todo el día disfrazado de pollo con una solana de espanto, el que me dice que soy su mamá favorita (menos mal). Es bueno con los números, con las construcciones y despunta en saltos y gimnasia... pero (y es que generalmente casi todos tenemos un pero), por más que le quiera y le adore, mi niño es un llorón.

Hace tiempo a todo aquél que se lo decía le miraba con cara de perro, si hasta enseñaba los dientes y creo que incluso gruñía, el niño era simplemente sensible y era su forma de expresar lo que sentía, era algo natural y normal y punto.
Es más, eso de que los niños no lloran me ponía de los nervios (y me pone). ¿Còmo que los niños no lloran?, ¿no son personas?, ¿no son niños todavía?...

Pero de un tiempo a esta parte sus llantos me tienen enferma.

 - Diego cariño vamos al cole - Nooooooooooooo! (llanto y lágrimas) al cole otra vez no!!...  Y así media hora.
 - Diego mi amor, a comer - Nooooooooooooo (llanto y lágrimas otra vez) no me gusta! - Pero si no lo has visto todavía - No me guuuuuusta (siguen las lágrimas)... - Por favor, siéntate a la mesa - Uhhhhhhhhhhhhhhhhh, noooooooooooo, no me guuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuustaaaaaaaaaaaaa!
- Gordo, es hora de apagar la tele - Nooooooooooooooooo, (llanto otra vez) quiero ver los dibujos!!, nooooooooo, mis dibujos nooooooooo!, cariño ya es hora y punto, hay que apagar la tele. - Nooooooooooooooo!! Nooooooooooooooooo! (seguido de las acostumbradas lágrimas y llantos).
- A la bañera!! - (Mismo que arriba)
- Ya... a la cama... (para qué escribirlo, ya me imagino que os queda claro que viene en este momento)

Para lo único que mi hijo no llora es cuando digo: Anda mira, una chuche!.

Es un niño muy mono, súper divertido, chistoso, muy centrado y sociable, pero ese lado llorón que a veces le sale ya no lo soporto.

No os comentado que mi señor marido se fue a Chile hasta el 1 de Enero para arreglar varias cosas que dejamos pendientes y aprovechar de ir a la gala de fin de curso de su hijo mayor que ya ha terminado el colegio y este año empezará la universidad...

 Bueno, pues eso que yo justificaba y que insisto, no me parece mal que el niño exprese sus emociones, que  llore cuando quiera o necesite llorar, pero cuando llora por todo y en todo momento termina por estresarme, sobre todo porque no es el único niño de la casa, no tengo todo el tiempo que me gustaría para dedicarle a él y a sus lágrimas.

Generalmente le dejo llorar y sólo si trata de hablarme le pido que lo  haga sin llorar, sobretodo porque no le entiendo, respiramos juntos (como en trabajo de parto, jajaja!) hasta que consigue decirme algo sin llorar, y digo algo porque es sólo empezar, luego hace puchero nuevamente y sigue con llanto. Como he dicho me importa un pito si alguien me dice o más bien le dice que los chicos no lloran, es un niño y además es humano, pero en realidad parece un buzón de correos todo el día con la boca abierta...

Juro que cuando su padre vuelva la que se marcha dos meses es la menda, que anda que no tiene ganas de unas vacaciones, y eso que ya ni siquiera pido un SPA o un viaje a Cancún, sólo vivir una temporada sin pañales y sin llantos!!

lunes, 26 de noviembre de 2012

La princesita ya camina

La verdad es que algo  tarde, no... no es eso, es que ella ha empezado a caminar más tarde de lo que sus hermanos lo hicieron. Pero qué manía con comparar.

Ella es una princesita y va a su ritmo, al de ella... tiene un año y dos semanas, seis dientes, no dice ni una palabra y acaba de darse cuenta de que caminar, no es tan malo.

Empezó a caminar antes de cumplir el año, pero de repente se enfermó, perdió fuerzas y cuando se encontró algo mejor no tenía las fuerzas necesarias para mantenerse del todo en pie, y creemos que le dio algo de miedo lanzarse sin estar segura, así que nuevamente a su ritmo, con apoyo de todos (incluídos sus hermanos) se ha soltado.

Ya no se agarra a los muebles o las paredes (bueno, a ratos sí, es lógico), pero parece que la independencia que da ir de un sitio a otro sin ayuda y sin necesidad de ver qué objeto cercano hay a mi disposición le ha gustado.

Y yo por supuesto, mamá feliz... aún no domina el arte de caminar del todo, pero es un principio.

viernes, 23 de noviembre de 2012

No estaba muerta, estaba de parranda...

Madre mía, la de tiempo que hace que no escribo... Es imposible poneros al día de todo lo vivido este tiempo, pero a modo de resumen os cuento que ya estamos en España, instalados, buscando trabajo, con los niños en el cole, yo encantada y mi marido con los nervios a flor de piel, y es que no tener trabajo, asusta!

Yo he ido haciendo alguna cosilla con la que hemos ido saliendo adelante, pero es difícil, aunque lo tomamos con humor, y confiamos en que todo saldrá bien.

Los niños fenomenal... Rocío ya está enorme y los dos mayores van al cole con uniforme (algo que me encanta porque así no pienso que hay que ponerle hoy y mañana), están aprendiendo euskera a su ritmo y aunque al principio por lo menos a Sofía le costó un poquito, ahora ya tiene amiguitas en el cole y va encantada.

Diego, bueno a él le gusta más estar solito, pero todas las niñas de su clase le quieren como amigo, qué mono, eh???... Lo que más le cuesta ahora es comer, nada, no quiere comer nada... ya no sé si meterle la comida en vena, o simplemente darle un par de ....

Bueno, ahí os dejo una fotito de los tres mosqueteros.

domingo, 29 de abril de 2012

De suegras y una casa en alquiler.


Pues lo que se suponía que iba a ser un día tranquilo y apacible del mes de abril, se convirtió en una visita de la abuela de mis hijos y una conversación pendiente desde hace años.
Y es que mi relación con mi familia putativa (mira que suena mal!....  por eso me gusta usar esta palabra, jajaja!)... pues no es del todo buena.

El caso es que llega la  hora de que los peques se vayan al cole, así que mi señor marido los lleva dejándome aquí con su santa madre (que se iba justo después de tomar el cafecito)... una cosa lleva a la otra y la conversación se va dirigiendo a la relación que nosotras mantenemos desde tiempos inmemoriables...

Claro, de ahí a terminar sacando trapos sucios no había más que un paso... la conversación no terminó en mala onda, pero creo que cada cual sigue viendo que la otra tuvo más culpa que una misma... Yo no sé por qué ella se siente tan mal con su otro hijo y mi marido, dice que la dejaron sola cuando más los necesitaba, pero yo pienso que como madre tienes que aguantar muchas cosas que te pueden doler, pero tus hijos son siempre los que te necesitan...

A ver, mi marido tuvo un hijo muy jovencito, y su hermano idem de lo mismo... todo esto fue en el momento en que ella se separaba de mi suegro y con una niña de ocho años en casa, según ella sus hijos tenían que haberse preocupado un poco más de las dos, si tenían o no para comer, si estaban bien o mal... y la verdad es que no discuto que así debiera haber sido, pero tal vez sus hijos necesitaban a sus padres porque sus vidas no eran del todo mucho mejor, jóvenes, con hijos a los que mantener, seguir estudiando, etc...

El cuento es que mira tú por donde, el embarazo de Rocío coincidió con el primer embarazo de mi cuñada... cuando a mi cuñada le dijeron que tendrían que hacerle una cesárea en la semana 37 por una enfermedad que se suele dar durante el embarazo (creo que en el hígado), todos y digo todos se presentaron en la fecha señalada en la clínica en cuestión y esperaron tanto al bebé como a la madre y palabra.

martes, 27 de marzo de 2012

Controles médicos.


Cada vez que Diego debe hacerse sus exámenes médicos me tranquiliza porque sé que si su enfermedad vuelve estará bajo control, pero el miedo nos vuelve a invadir porque si vuelve, será otra vez empezar una pesadilla.

Hoy ha sido ese día en el que mi pequeño tiene que ser ingresado para hacerse todos los exámenes necesarios, y a pesar de que hablo con él muy seguido, no deja de ser un dolor intenso, saber que lo tiene que volver a pasar mal con los pinchazos, los contrastes, etc..., saber que a pesar de anestesiarle en alguna de las pruebas, sale de ellas llorando y con pena.

Menos mal que si algo bueno tienen los niños, es que pasado el momento se les olvida por lo que tuvieron que pasar. Una de las veces que he hablado con él me dice: mamá, estoy aquí, otra vez... se me parte el alma escucharle con su lenguita de trapo todavía y esa vocecita...

Ahora Diego juega a que es Buzz Lightyear, se pasa el día diciendo: hasta el infinito y más allá... llamando al comando estelar, aprentando botoncitos imaginarios en su brazo como si fuera el láser y esas cosas... y hoy, para ponerle la nota cómica a su paso por la clínica jugaba con la vía que le ponen para meter el contraste, como si fuera el láser de Buzz...
Así son los niños... lo que hace un minuto le hace llorar, se convierte en parte del juego.

Al llegar a casa su hermana le pregunta: Como está tu pupa???... y el responde: sí, aquí, me picó un mosquito...
Bueno, supongo que a pesar de todo los niños tienen esa facilidad para olvidar, un poquito memoria de pez, lo que es bueno, porque pasar por todo esto y recordar, no debe ser grato para un niño que aún no cumple tres años.

Me da pena porque si bien mi madre dice que tengo unos niños asalvajados, creo que mi gordito es hasta educado... a pesar de lo mal que tiene que pasarlo, le dice gracias a las enfermeras y se despide de ellas con un beso... Mi angelito!!.

Lo mejor del día es que siempre tiene un premio por haber sido todo un campeón... algo que a él le encanta... no sé si el premio o sentirse un campeón... un premio que podemos compartir todos... y para papá y mamá el premio es tenerle con nosotros, disfrutarlo cada día y que nos brinde esos gestos tan suyos, sus sonrisas, su risa contagiosa y todos los besos que a él le gusta regalar...